por Luis Tarullo
Como en los antiguos cines, función en continuado para el gobierno de Macri el último viernes.
Primero -como protagonista- en los despachos oficiales con el triunvirato de la CGT peronista y después -como espectador- en la calle con la masiva movilización de protesta.
La función matutina estuvo a cargo de los ministros de Trabajo, de Salud y de la Producción -Jorge Triaca, Jorge Lemus y Francisco Cabrera-, que recibieron a Juan Carlos Schmid, Héctor Daer y Carlos Acuña para pasar revista a temas archiconocidos.
La reunión absolutamente protocolar solo sirvió para ganar tiempo y quien la definió con mayor exactitud fue Schmid: “neutra”.
Al dirigente cegetista le costó nada pegar el inmediato salto a la advertencia de medidas de fuerza si en breve no reciben satisfacción las demandas gremiales.
La postura sindical tiene una explicación definitivamente lógica, ya que salieron del encuentro con las manos vacías.
Pues es lo mismo decir solo con la promesa de alguna participación en los proyectos futuros (nuevos esquemas de accidentes de trabajo, de Impuesto a las Ganancias y de ley de promoción de empleo para jóvenes o primer trabajo).
Pero también hay una explicación de tinte político inmediato, tan inmediato como ese propio día. Es que en ese mismo momento se estaban movilizando miles de personas convocadas por organizaciones sociales, partidos de izquierda y las centrales alternativas CTA que llenaron la Plaza de Mayo y sus adyacencias, casi empardando la convocatoria de las CGT del 29 de abril.
Igualmente, la familia Moyano siempre muestra sus reflejos políticos, y Pablo y Facundo, los herederos de Hugo, aportaron logística y estuvieron en el cierre de la Marcha Federal que empezó el 31 de agosto en diversos puntos del país y terminó el 2 de septiembre frente a la Casa Rosada.
Así es que la administración macrista deberá hacer algún esfuerzo porque no solo hay una presión de pinzas por parte de la CGT y de los grupos que protagonizaron la Marcha Federal (no justamente los figurones oportunistas del pasado que se subieron al tren para aparecer en la foto), sino que la situación se ve abonada por el hecho de que ahora hay una retroalimentación de esos sectores.
Dicho de otra manera, la CGT se ve presionada por la falta de respuestas del gobierno y por el riesgo de que los sectores de izquierda intenten coparle la protesta y la calle.
El sindicalismo pejotista es ducho en estas lides pero siempre necesita algo para tomar uno u otro camino. Algo para satisfacer a sus bases y contener el conflicto o un argumento sólido para lanzarse a protestar y tener éxito.
Para fines de septiembre tiene previsto un plenario que se considera fundamental para tomar una decisión en ese sentido. Pero desde los sectores más radicalizados también prevén la prosecución de las acciones de hostigamiento.
Entretanto, en el gobierno parece empezar a escucharse un murmullo con cierto tono de Babel, donde algunos dicen que ya no debe hablarse de inflación y otros advierten que es temprano para olvidar el tema. Nada menos que la inflación.
También el desempleo y el impacto de las importaciones es un punto de fricción entre hombres del propio oficialismo.
Y entonces la gran incógnita es hasta cuándo el grueso de la sociedad seguirá viendo las mismas películas. En las cuales no hay dudas de que siempre es espectadora.
DyN